Tu opinión
‘Nuestro papanatismo cultural: Black Friday’, por Juan Ferrero
Es una pena que después de al menos 14 o 15 años, como mínimo, que es el tiempo que se pasan los españoles en el sistema escolar, no aprecien el valor que supone la Lengua Española. Es como el que posee una extraordinaria joya y no fuera consciente de ello; o como el que tiene un tesoro y con una actitud boba deja que se lo vayan robando sin oponer la mínima resistencia.
Ese papanatismo cultural que ya por tradición venimos padeciendo los españoles es el que permite que el barbarismo anglosajón vaya invadiendo innecesariamente nuestro idioma y acabando con él. Y no solo no ofrecemos resistencia al idioma que nos ataca, sino que, debido a ese inculto papanatismo cateto, estamos deseando cazar una de estas palabras bárbaras para usarlas y presumir de que estamos al día.
Y eso ocurre no solo entre la gente de a pie, sino, sobre todo, entre los que se dirigen al público desde un micrófono, una pantalla, un periódico, un establecimiento comercial, etc. Es triste observar cómo a estos que usan los medios de difusión se les prohíba escribir y pronunciar palabras españolas como Gerona, Orense, La Coruña, Lérida, etc. y sin embargo, se les permita difundir y poner de moda toda clase de anglicismos.
El último barbarismo ha sido “Black Friday” que de la noche a la mañana ha invadido España entera.
Afirmaba un académico de la RAE que cuando se sustituye una palabra por otra extranjera no solo muere esa palabra, sino toda su familia.
En el posible y futuro pacto por la enseñanza entre partidos políticos, el primero y más importante principio a integrar debería ser inculcar entre los alumnos la importancia, el reconocimiento y aprecio por la Lengua Española.
No es que nos opongamos al aprendizaje de idiomas extranjeros; pero las palabras inglesas, por ejemplo, deberían emplearse cuando se esté usando esa lengua. Mientras tanto, deberíamos intentar perfeccionar la rica y brillante lengua española para así poder comunicar lo mejor posible nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones, y entender igualmente a los demás.
Juan Ferrero
Cultura
Hablando de presentaciones de libros, de Cultura y de Los Pedroches
Quizás, para la librería 17 Pueblos, todo empezara con aquel encuentro de escritores de Los Pedroches que tuvo lugar en abril de 2015 en Pedroche. Allí, una de las críticas más escuchada era el poco interés a nivel institucional y cultural en Los Pedroches para uno de los pilares fundamentales de la Cultura, los escritores y escritoras de esta tierra. Y tenían razón quienes lo decían, salvo contados casos.
Nueve años después, 17 Pueblos seguimos aportando nuestro granito de arena para evitar este desinterés.
Félix Ángel Moreno Ruiz, escritor de Pozoblanco, ha publicado una nueva novela, “Un crimen de barrio“. Estos días, la ha presentado en tres municipios de Los Pedroches, en Alcaracejos, en Torrecampo y en El Viso, y 17 Pueblos le ha acompañado. Hay que agradecer la disponibilidad de estos ayuntamientos para acoger este tipo de actividad.
Eso sí, de alguna forma habría que dar a entender que una presentación de un libro no es un “charlatán que te quiere vender algo“. Una presentación de un libro es una actividad cultural, donde gente “de la cultura” habla sobre un tema, intercambia impresiones con el público, donde el que va siempre aprende y comparte. No es obligatorio comprar un libro.
Quizás haya que cambiar el concepto, amoldar el continente, para darle más importancia al contenido. Es difícil entender cómo las personas que forman parte de un club de lectura no acuden a estos eventos, es difícil entender que una parte de la gran cantidad de lectores que existen no se interesen por estos momentos de charla literaria. Algo falla y algo debemos hacer todos por remediarlo.
Tu opinión
‘Caminata a la lucha y la reivindicación’, por Francisco Carrillo
Caminante, no hay camino, se hace camino al andar (Antonio Machado)
Aunque ya lleva un corto camino recorrido, el jueves noche, en claro acuerdo con la luna llena, la plataforma “Unidos por el Agua” escenificó su primer acto tras su legal constitución. Al atardecer de El Viso, aunando el sol poniente y la luna naciente, se congregaron un par cumplido de cientos de personas de toda edad, condición y procedencia en extramuros para una caminata. La aspiración era clara y sencilla: dar visibilidad a la plataforma, hacer ejercicio sano, comer un bocadillo en comunión reivindicativa y disfrutar de nuestro cielo con una luna espectacular.
Y el destino de ella, como todas las cosas importantes de la vida, sin nombrarlo, era la razón de nuestra procesión de zapatilla y mochila. Su nombre reverbera, una y otra vez, en las conversaciones de Los Pedroches y, supongo, el Guadiato: La Colada. El pantano olvidado, rescatado de ese pozo para intentar convertirlo en lugar emblemático de disfrute de la naturaleza y al que la realidad, que todos conocíamos y nadie quería reconocer, lo empujó a la sima del oprobio público: su agua está contaminada, incompatible en parte con la vida.
Pero aún así, anoche a su vera, en una orilla oscura como nuestro futuro, aún así, esa agua está salvando al norte de la provincia. Y de alguna forma a sus representantes, pues si la suerte de la Colada hubiera sido la misma que Sierra Boyera, se podría asegurar que los centenares de anoche serían miles muy cumplidos. Quizá coléricos. Quizá envalentonados con el arrojo del que nada más tiene para perder.
Ayer salía la noticia de que Andalucía aún tiene 4500 millones de euros de fondos europeos sin ejecutar. Si esto es así, se me ocurre de primeras un par de actuaciones imprescindibles, urgentes y justas en los Pedroches y Guadiato. Tenemos una ruina encima y, aunque el dinero no la pueda reparar en su totalidad, si puede ayudar a que sea, al menos, soportable.
Hago desde aquí un ruego a todos nuestros representantes políticos para reunirse ya, armarse de buena voluntad y hacer, de una buena vez, algo por una tierra secularmente olvidada y castigada.
Por favor.
Francisco Carrillo Regalón
Tu opinión
‘La moral de las naranjas’, por Juan Ferrero
“Tomar una naranja del árbol no es moralmente ni bueno ni malo, depende”
El pueblo es pequeño, pero tiene una plaza cuadrangular, amplia, rodeada en su interior por alegres naranjos, así como en todas las calles que a ella afluyen. Anualmente, el Ayuntamiento recolecta la dulce fruta y las invierte en algún objetivo municipal. Esta temporada, tras un referendo entre sus vecinos, se ha acordado por unanimidad, y así se ha recogido en un decreto de la Alcaldía, que el dinero conseguido con la venta de las naranjas irá a amortizar todo o parte de la colocación en el centro de la plaza de una fuente que la embellezca aún más.
El decreto se toma como ley y quien la incumpla será multado.
El hombre que atiende el quiosco de la plaza es persona honrada, de principios cívicos, y ve acertado el proyecto al que los vecinos se han comprometido.
Mas pasando el tiempo, observa que algunos vecinos, incumpliendo el compromiso contraído, van cogiendo naranjas para su beneficio particular.
La cogida de naranjas, poco a poco se va haciendo generalizada.
El hombre del quiosco comprueba, primero sorprendido y después indignado, cómo las naranjas van desapareciendo sin que ninguna autoridad haga algo para evitarlo. Es cierto que la policía municipal ha tomado algunos nombres para justificarse y enviado las correspondientes denuncias; pero luego el Alcalde no las tramita ni les da curso, porque cada vecino multado supondría la pérdida de votos de una familia en las próximas elecciones locales.
El quiosquero, sentado en el interior de su habitáculo, mira a la plaza y reflexiona:
Tomar una naranja del árbol no es moralmente ni bueno ni malo, depende de las circunstancias y las circunstancias son que de forma democrática y por unanimidad los vecinos se comprometieron a no coger naranjas para provecho propio y particular. El Alcalde este acuerdo lo hizo ley y la ley es necesario cumplirla y quien así no lo haga deberá recibir una sanción por el perjuicio producido a la colectividad.
Pero si los vecinos se sirven naranjas cada cual a su aire y el Alcalde no vigila ni sanciona, ¿cómo proceder?
Él es un hombre cumplidor de los acuerdos, que respeta la ley; una persona honrada, y aunque todos obren de modo contrario, tiene que mantenerse fiel a sus principios.
Sin embargo, por otra parte, ¿a quién perjudicaría si él también tomara algunas de las pocas naranjas que aún quedan…?
Pero no.
El quiosquero se entristece al constatar una vez más que en nuestra sociedad las personas decentes siempre salen perdiendo y los que no respetan nada y actúan saltándose las leyes y actuando de modo egoísta en beneficio propio con perjuicio para los demás, son lo que, a la larga, suelen quedar beneficiados.
Y ocurrió que el hombre del quiosco, honrado y cumplidor de las leyes democráticas se quedó sin naranjas y el pueblo se quedó sin fuente en la plaza.
Juan Ferrero
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Conrado Castilla
25 Nov 2016 at 19:45
Estoy totalmente de acuerdo con Juan Ferrero. El uso y abuso de anglicismos nos lleva a un empobrecimiento de nuestra propia cultura.
Juan Gutiérrez
26 Nov 2016 at 17:48
Totalmente de acuerdo con J. Ferrero. Por eso y otras razones nosotros celebramos <Aer el DÍA SIN COMPRAS
Pedro José Cabezas
23 Nov 2017 at 23:21
Juan Ferrero expone en este artículo unas ideas tan acertadas como brillantes. Es una verdadera lástima observar como cada día nos invaden más vocablos de la lengua inglesa y nosotros los incorporamos a nuestro vocabulario inconscientemente y sin pensar en las consecuencias negativas que acarrean para nuestro propio idioma que, por cierto, es el español.
Simplón
24 Nov 2018 at 09:21
Pues a mi me parece que quedarse únicamente con la designación en inglés de un día ultracapitalista es propio ,etimológicamente, de un papanatas.