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La leyenda de la ‘casa del judío’, desde Bécquer hasta Pedroche

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La leyenda de la 'casa del judío', desde Bécquer hasta Pedroche

Se ha encontrado una Estrella de David grabada en una portada recién descubierta en Pedroche [leer aquí, aquí, aquí o aquí], símbolo del judaísmo. Tras su estudio, seguramente aportará más información sobre la importante historia de este pueblo.

A raíz de este descubrimiento, hemos recordado una leyenda que circula (aunque cada vez menos) entre los habitantes de Pedroche que gira alrededor de una casa situada junto a la iglesia El Salvador. Se le suele llamar (o se le solía llamar) “Casa del Judío” gracias a la “Leyenda de la Casa del Judío“.

Ya sabemos que las leyendas tienen poco de realidad y mucho de imaginación. Ésta es una de ellas, como ahora veremos, pero no por ello debemos perderla de vista, aunque sea solo por la curiosidad histórica y cultural.

En 2008, a raíz de que el blog La opinión de Pedroche hablara de una restauración de esta casa y de su leyenda, Solienses ya avanzó la similitud de esta leyenda con la de Gustavo Adolfo Bécquer, “La rosa de pasión” [leer aquí]. Es fácil concluir, leyendo ambas historias, que una proviene de la otra, que la de Pedroche es una adaptación de la leyenda de Bécquer.

Reproducimos nuestra leyenda tal y como la contó Juan Ignacio Pérez Peinado, cronista, en la revista de feria de 1983:


“Frente a la puerta del sol de la iglesia parroquial, todavía existe en Pedroche un viejo caserón de portada de granito oscurecida por el tiempo. Es la Casa del Judío, la Casa de los Duendes o la Casa de las Lágrimas. Y es a finales del siglo XV cuando habitaba en ella un judío expulsado de Córdoba a quien los naturales de la villa llamaban “Malogrado”. Era tanta la miseria de aquellos tiempos que difícilmente podían los cristianos recuperar los vestidos y alhajas empeñados como prendas a cuenta del dinero que “Malogrado” les prestaba. No sin razón comenzó a llamarse aquel lugar “Casa de las Lágrimas” por las muchas que hombres y mujeres vertían al no poder desempeñar sus ajuares.

A pesar de su riqueza, “Malogrado” murió un invierno cualquiera en la más completa soledad. Mientras su hijo Moisés y su nieta Ester, en un largo camino, habían acudido a Toledo, el Concejo de la villa encontraba a “Malogrado” moribundo en el frío suelo del oscuro sótano de la casa. Era Ester una mocita de dieciséis años, alegre como sus primaveras, de ojos azules y piel de blanquísimo alabastro. Sus cabellos rubios y abundantes, eran otras tantas llamadas a los mozos casaderos que no cesaban de cortejarla. Y era Agustín, el hijo del campanero, quien puntualmente le dedicaba cada noche sus mejores serenatas.

Era Moisés, por el contrario, un hombre amargado porque, creyendo encontrar la fortuna de su padre, sólo encontró, a su vuelta de Toledo, una casa destrozada y saqueada por quienes habían sido deudores de “Malogrado”. Como buen judío Moisés no se amilanó ante la desgracia. Ejerciendo el oficio de guarnicionero volvió a crearse una modesta fortuna suficiente para pasar honradamente sus días. Llenaba Ester de alguna manera el corazón martirizado de aquel padre tan castigado por la adversidad. También Débora, su bellísima esposa, había muerto joven cuando Ester apenas contaba dos años.

Un grupo de judíos, amigos de Moisés, cuchichean indignados como si una nueva maldición pesara sobre los de su raza. Ester, la gloria del barrio judío, honor y alegría de su padre y de cuantos la conocen, despreciando a los de su raza, está enamorada del joven Agustín. Por encima de su religión y de su pueblo, está dispuesta a recibir las aguas del bautismo y poder así contraer matrimonio cristiano.

La indignación y la rabia conmueve a todas las familias judías. Es intolerable que un “perro cristiano” se despose con la flor de la estirpe judía. Y es necesario tomar medidas precisas. Ni las lágrimas de Moisés, ni las recomendaciones del anciano rabino hacen desistir a la bella Ester de la decisión tomada.

Sobre el Calvario, a unos pasos del Torreón que siempre sirvió como puerta de la villa, todo el ghetto judío se ha reunido con trajes de gala. En medio del silencio de la noche un gran corro de jóvenes y ancianos recogen piedras que van lanzando con furor sobre el cuerpo exánime de Ester. Su túnica blanca, salpicada de manchas rojizas, da testimonio de bautismo de sangre que acaba de recibir. Condenada por el Consejo de ancianos, su muerte quiere significar el escarmiento para otras jóvenes judías ante los halagos y solicitudes de los muchachos cristianos.

Aquella noche Moisés, el padre exasperado, creyendo encontrar la satisfacción de la venganza ante la hija rebelde ya sacrificada, sólo sintió una terrible soledad que con sus garras frías se fue apoderando de su corazón desgraciado.

En el lugar del martirio, brotó un rosal extraño cuyas hojas, dice la tradición, despedían un vivísimo fulgor antes del amanecer. A este rosal se acercó Agustín, provisto de un azadón, deseoso de trasladar al jardín de su casa aquella planta que tan íntimos recuerdos despertaban en él. Al primer azadonazo, los pétalos de las rosas se iluminaron y las corolas semejaban lámparas encendidas. Las hojas brillaron con más fulgor y todo el rosal se convirtió en una ascua gigantesca. Al mismo tiempo desde la planta un suspiro, mitad alarido de dolor, mitad anhelo de deseos insatisfechos, se dejaba oír con toda claridad.

Los huesos de Ester se juntaron con orden, unos con otros, se pusieron de pie y se revistieron de carne. Apareció la joven en todo su esplendor con una belleza deslumbrante. Se acercó al joven lentamente, le tendió sus brazos y al darle un beso desapareció su luz. Su esbelta figura, convertida de repente en un montón de pavesas fue deshecha y dispersada por el viento.

Y dicen los viejos que a la mañana siguiente, con más pena que nunca, las campanas de Santa María estuvieron doblando por el alma de Agustín.”


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‘Recordando historias de la Navidad’, por Pedro de la Fuente

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Entrada a la comarca de Los Pedroches

Cuando llegan estas fechas, las navideñas, me vienen a la cabeza diferentes historias que se han ido agolpando en mi memoria, física o virtual, a lo largo de los años.

Así, de nuevo, vuelvo a recordar algunas referencias sobre la celebración de Navidad en Pedroche en el primer tercio del siglo XX. En un artículo publicado en 2020 se pueden leer, por ejemplo, unas interesantes cartas destinadas a los Reyes Magos o cómo se celebraba la Nochebuena en este pueblo. Se trata de una curiosidad más, a la vez que demuestra lo que fuimos y lo que somos.

“Pedroche a 25 de Noviembre de 1934
Rey Gaspar: Me echas el desayuno que tome el día de mi primera Comunión, pues aunque es cosa humilde por recuerdo de aquel día es lo que me gusta más. Rosario Sicilia Ruiz.”

“Señores: Las niñas que forman el coro quince del Catecismo de esta parroquia a V.V. M.M. con la mayor sumisión exponen: (…) los regalos que a continuación expresan: Cinco abrigos, cinco baberos, un jersey, un velo y una muñeca grande que diga papá y mamá. (…)
Pedroche 1 de Diciembre de 1934″

[disponible en pedrocheenlared.com]

También, en 2013, mostré “Una Historia de Navidad” que Floren Dimas escribió en 2010, la cual recoge un testimonio real y donde parte de ella se desarrolla en Los Pedroches. Además, me puse en contacto con el autor y me indicó que estaba “encantado de que se amplíe la
difusión de aquella bonita y triste historia
“.

Diecinueve de diciembre de 1936.
Nevaba en Minas de Hellín. Lola estaba a punto de salir de cuentas, pero era tal el deseo
de ver a su marido, al que no veía desde el verano, e intentar compartir con él el trance de
alumbrar una nueva vida, que desoyendo los ruegos de su familia, recogió en un gran fardo
la ropa imprescindible, la manta, un montón de tiras de sabanas viejas a modo de pañales,
y con una cesta de mimbre en la mano, de aquellas que llamaban “de ferroviario”, con
alimentos para el camino, se subió al tren en Hellín con un billete hasta Alcázar de San Juan,
encomendándose por dentro a la Virgen del Rosario, mientras apretaba contra su pecho la
taleguilla con el poco dinero que pudo disponer para el viaje, y un salvoconducto expedido
por la comandancia militar de Hellín, en el que podía leerse: “Autorización para realizar el
trayecto Albacete-Alcázar-Peñarroya, hasta zona de guerra de los Pedroches”, expedido a
nombre de Dolores Fuentes López, de veinticuatro años, natural de Minas de Hellín
(Albacete), estado: casada.
(…)”

[disponible en pedrocheenlared.com]

Por último, cada 24 de diciembre, también me acuerdo de una “entrevista” que le hice a mi madre en 2012. Me gustaría que la escuchaseis, se tituló “El Cortijo, 1965 – 1979” y está acompañada con fotografías reales del sitio donde estuvo viviendo durante esos 14 años:

Son días para refortalecer la memoria.

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Sobre lo de conocer Los Pedroches recorriendo sus carreteras

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Sobre lo de conocer Los Pedroches recorriendo sus carreteras

Hace unos meses, desde Adroches se nos invitaba a “conocer Los Pedroches” a través de rutas por nueve carreteras de la comarca. Según se indica en el folleto informativo, “no hace falta transitar por caminos, a pie o en bicicleta, para conocer Los Pedroches y disfrutar de sus paisajes“.

Se detalla que “a través de nueve rutas por carretera también pueden descubrirse los mejores valores naturales y paisajíscos, sin olvidar los etnográficos y culturales“. Para ello, “se han escogido carreteras de poco tránsito y en las que los vehículos, por norma general, transitan a escasa velocidad (por ser sinuosas o de poca anchura); esto permite que, al tener que circular lentamente, no se moleste a otros usuarios y se pueda disfrutar plenamente de cada ruta“.

Tras el primer vistazo a las rutas, se nos viene un pero a la mente, no recorren toda la comarca, pero también lo aclara el folleto: “Las rutas propuestas no pasan por todos los municipios de Los Pedroches, pero, por supuesto, nada impide enlazarlas desde cualquiera de ellos tras haberlos visitado; también desde cada una se puede acceder a otros sitios emblemáticos que quedan cerca o conectados con ellas“.

Así que ya puestos a hacer propuestas, y como forma de visitar los 17 pueblos de Los Pedroches, vamos a recordar aquella que 17 Pueblos (valga la redundancia) ya planteó en forma de reto hace casi 9 años (¡¡NUEVE AÑOS!!): hacer un recorrido circular por sus carreteras. Eso sí, nosotros lo hicimos en una mañana, una locura, mejor hacerlo en diferentes tramos en diferentes días para disfrutar y conocer mejor lo que nos rodea.

En aquel momento, se nos criticó por usar el coche, que “mejor bicicleta y por caminos“, pero como este sistema ya lo avala Adroches…, no es malo recordarlo y reivindicar nuestra propuesta:

Esta mañana hemos recorrido los 17 pueblos de Los Pedroches
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La curiosidad de los guardacantones en nuestros pueblos

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La curiosidad de los guardacantones en nuestros pueblos
Fotos: Google Maps

Según el diccionario, un guardacantón es un poste de piedra que se utiliza para resguardar de los carruajes las esquinas de los edificios. Es decir, un guardacantón son esas piedras, normalmente de granito en nuestros pueblos de Los Pedroches, que vemos en las esquinas de muchas de nuestras calles y que evitan que los coches rocen las esquinas al pasar.

En Cádiz se pueden ver incluso cañones reutilizados para este fin; en la ciudad de Córdoba se pueden ver fustes y capiteles romanos o andalusíes, incluso cipos y pedestales de estatuas; por aquí, simples piedras más o menos cortadas para este fin.

Hoy, el algoritmo de las redes sociales ha hecho que nos acordemos de estas pequeñas singularidades de nuestro patrimonio. Además, repasando, hemos visto que la Oficina de Turismo de Villanueva de Córdoba ya se hizo eco de este elemento el año pasado, ver aquí.

Aquí, en Pedroche, y en la misma calle donde está nuestra librería ya vemos algunos ejemplos de guardacantones. Los siguientes que mostramos están en la calle San Fernando y la contigua, calle Arzobispo Barrios.

En el primer ejemplo, en una esquina vemos una piedra de granito de reciente colocación y en la otra una piedra poco labrada que se ha ido adaptando a los cambios de la calle.

La curiosidad de los guardacantones en nuestros pueblos

En el siguiente ejemplo, nuevas y viejas piedras granito permiten que los conductores de coches que pasan por ahí se pongan en alerta ante este cruce algo estrecho y no lleguen a rozar las viviendas:

La curiosidad de los guardacantones en nuestros pueblos

En esta tercera imagen vemos una curiosa piedra dentro de la pared de la vivienda de la izquierda ejerciendo de guardacantón. A la derecha hay uno colocado en los últimos años:

La curiosidad de los guardacantones en nuestros pueblos

Y como último ejemplo, que realmente es lo que nos ha llevado a escribir este artículo, mostramos esta esquina de lo que los pedrocheños llamamos pretiles, junto a la iglesia El Salvador. Este guardacantón, lo que parece ser una columna de piedra, guarda gran semejanza con los guardacantones vistos en Córdoba [ver aquí]:

La curiosidad de los guardacantones en nuestros pueblos

En fin, una curiosidad más de nuestro patrimonio que quizás pase inadvertida.

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