Tu opinión
‘Hoy estuve en el supermercado y… Emergencia Sanitaria’, por Nieves Cogolludo
Artículo de opinión de Nieves Cogolludo, coach.
Escribí antes del estado de alarma, una reflexión desde mi experiencia en el supermercado. La comparto contigo con todo cariño, junto con unas preguntas de atención y consciencia para que te acompañen en estos días.
Hola,amig@, ¿Cómo estás?
Para mí, una compra más, eso sí, en un día un tanto especial, debido a la Emergencia Sanitaria en la que estamos.
Confiada en la Vida, salí, y cuando llegué al parking y ví que estaba a tope me dije: “Nieves, tranquila, respira hondo, actitud Mindfulness, compras lo que necesitas para la casa, te vas y sigues las indicaciones que se nos están dando. Respira, eso sí, respira”.
Porque de nada sirve entrar en pánico, de nada ayuda la angustia, sino para confundir: “no respiro bien, será un síntoma del coronavirus, o es ansiedad?
Eso si, precaución, responsabilidad, seguir las indicaciones por ti, por el bien común, y cuidado, cuando las emociones nos secuestran, tenemos actitudes irracionales, que ni nos ayudan, ni ayudan.
Tengo unas preguntas y pistas para ti más abajo pero antes… Quiero compartir contigo, mi observación, mientras iba haciendo la compra.
Me impactó, de verdad.
Las escaleras mecánicas, mostraban una fila de carros empujados por personas de diferentes edades, en sus caras se leía preocupación y tristeza.
De verdad, me impactó.
Al entrar y recorrer los pasillos, entre verduras, yogures… podía observar situaciones, que se han grabado en mí, y me hicieron pensar:
Padre (varón) con un carro grande en una mano, en el que dentro estaba la compra y su hija como de 3 años, con la otra mano empujaba un carrito con un bebé de meses, y así, iba sin perder ojo a los peques, mientras como podía, cogía los productos. Pensé: “cuánto me gustaría ver esta escena, sin necesidad de pasar por coronavirus…”
En otro pasillo, un señor con barba, de unos 40 años de edad, iba también con su carrito y móvil en mano, ante diferentes paquetes y marcas de leche, decía en la conversación, con su pareja, parece, un tanto inseguro: “Mi amor, ¿cojo de esta?” “No hay” “Ah si, si hay”! uf!
Algunas personas llevaban en las manos guantes blancos o azules y otras, alguna bolsa improvisada que les hacía las veces.
De fondo se escuchaba la canción de Myriam, de OT 17, “Aprender a volar, ser invisible”…
Un hombre que no hacía compra, a un lado del pasillo, con su teléfono andaba diciendo en un tono que se oía a la legua: “Con esta locura que se ha desatado… si va a haber víveres para todos” y bla bla… Yo, en mi mapa mental, imaginé que era algún encargado del propio supermercado, observando lo que ocurría.
Porque en verdad, había que abrirse paso, entre el tráfico de carros llenos de compra, como si fuera conduciendo en la Gran Vía.
Algunas personas, sonreían amablemente y decían: “pasa, pasa” había algo así como un ambiente de solidaridad, que ensanchaba mi corazón.
Observé a dos empleados que con gran compañerismo subían y bajaban grandes cajas.
Una pareja, ella y él, de cerca de 70, les vi con máscaras.
Fui a coger un producto, y cuando me di la vuelta… no estaba mi carro de compra! Entre la confusión, una persona, que se mostraba como nerviosa, se había equivocado y se lo había llevado! En seguida se dio cuenta al ver el contenido, y lo volvió a dejar.
Me llamó la atención: varios abuelitos y abuelitas comprando. Sus carros, algo más pequeños. Me venía a la mente de nuevo algo así como: “Si he de morir que sea yo” (pensando en sus hij@s o niet@s). Sea lo que sea, despertaron en mí ternura.
Y Rozalén cantaba de fondo: “Tienes en los ojos girasoles…”
Mientras, alguno le “echaba” sentido del humor, e iba con el carro “cantando” en voz alta: “Vamos vamos señoras y señores, que esto se acaba!” (refiriéndose a algunas estanterías en las que había… bastante menos producto que el habitual).
Camino hacia la caja, encontré una señora ya mayor, con carro, y muleta, y un casco, “pegada” su oreja a la radio… para no perder ni un instante de ultimas noticias. (Digo yo, que no sé qué estaba escuchando, pero de verdad es la primera vez que lo veo)…
Y algún conductor nervioso, tocando el claxon en el parking, que resonaba el doble, como si fuera a quedarse sin compra si no encontraba pronto un hueco para aparcar…
Y así, regresé a casa, pensando en compartir mi experiencia contigo. Me llevó a reflexionar. Me llevó a recordar la cotidianeidad, hoy trastocada por este imprevisto que nadie elegiríamos, esa de la que tantas veces nos quejamos y a la que hoy desearíamos volver.
Te invito a poner en práctica la “práctica” Mindfulness, -ahora que el tiempo no es una excusa-y el estilo de vida Mindfulness, ese que ayuda a vivir una vida más despierta.
Y me nace preguntarte, e invitarte a un ejercicio de atención y consciencia:
En relación de este tema que a día de hoy ocupa el centro de las noticias, nuestras calles y nuestro hogares: el coronavirus.
- ¿Cuál es tu vivencia en este momento?
- ¿Qué pensamientos vienen a ti?
- ¿Cómo afrontas la situación?
- ¿Qué emociones predominantes hay en ti?
- ¿Cuál es tu acción?
- ¿Qué mensaje hay para ti, ahora?
Te invito a prácticas y ejercicios que te ayuden a mantener la calma y confianza en la Vida. Lucidez en tu día a día.
Y termino compartiendo que hoy, antes de la escapada al supermercado, hablaba en una sesión de Coaching con una persona sobre las emociones: las que son coherentes con la causa que las provoca, adaptativas, y las que son tóxicas y nos secuestran, desadaptativas. Y bajando la rampa con la compra hacia mi coche, mi diálogo interno era este: “Ahora me siento triste, triste de ver a mi ciudad de MADRID, sumida también en esta preocupación y tristeza”. Creo que es coherente… simplemente, atención, a que no se convierta en tóxica. Atención a ese otro virus del pánico colectivo, que tan fácilmente se contagia. Para ello, sentido común, prevención y salud mental. Y en mi corazón, siempre, la ESPERANZA.
Te dejo con unas palabras que me han llegado en uno de los lindos mensajes que recibo:
“Mantener elevada la frecuencia del corazón, con Alegría y vitalidad, sin miedo y con confianza en el Espíritu de Vida sin olvidar la risa sanadora”
Mis mejores deseos de que estés lo mejor posible, cuídate y seguimos…
Un abrazo hondo,
Tu siempre amiga,
Nieves
Nieves Cogolludo
Cultura
Hablando de presentaciones de libros, de Cultura y de Los Pedroches
Quizás, para la librería 17 Pueblos, todo empezara con aquel encuentro de escritores de Los Pedroches que tuvo lugar en abril de 2015 en Pedroche. Allí, una de las críticas más escuchada era el poco interés a nivel institucional y cultural en Los Pedroches para uno de los pilares fundamentales de la Cultura, los escritores y escritoras de esta tierra. Y tenían razón quienes lo decían, salvo contados casos.
Nueve años después, 17 Pueblos seguimos aportando nuestro granito de arena para evitar este desinterés.
Félix Ángel Moreno Ruiz, escritor de Pozoblanco, ha publicado una nueva novela, “Un crimen de barrio“. Estos días, la ha presentado en tres municipios de Los Pedroches, en Alcaracejos, en Torrecampo y en El Viso, y 17 Pueblos le ha acompañado. Hay que agradecer la disponibilidad de estos ayuntamientos para acoger este tipo de actividad.
Eso sí, de alguna forma habría que dar a entender que una presentación de un libro no es un “charlatán que te quiere vender algo“. Una presentación de un libro es una actividad cultural, donde gente “de la cultura” habla sobre un tema, intercambia impresiones con el público, donde el que va siempre aprende y comparte. No es obligatorio comprar un libro.
Quizás haya que cambiar el concepto, amoldar el continente, para darle más importancia al contenido. Es difícil entender cómo las personas que forman parte de un club de lectura no acuden a estos eventos, es difícil entender que una parte de la gran cantidad de lectores que existen no se interesen por estos momentos de charla literaria. Algo falla y algo debemos hacer todos por remediarlo.
Tu opinión
‘Caminata a la lucha y la reivindicación’, por Francisco Carrillo
Caminante, no hay camino, se hace camino al andar (Antonio Machado)
Aunque ya lleva un corto camino recorrido, el jueves noche, en claro acuerdo con la luna llena, la plataforma “Unidos por el Agua” escenificó su primer acto tras su legal constitución. Al atardecer de El Viso, aunando el sol poniente y la luna naciente, se congregaron un par cumplido de cientos de personas de toda edad, condición y procedencia en extramuros para una caminata. La aspiración era clara y sencilla: dar visibilidad a la plataforma, hacer ejercicio sano, comer un bocadillo en comunión reivindicativa y disfrutar de nuestro cielo con una luna espectacular.
Y el destino de ella, como todas las cosas importantes de la vida, sin nombrarlo, era la razón de nuestra procesión de zapatilla y mochila. Su nombre reverbera, una y otra vez, en las conversaciones de Los Pedroches y, supongo, el Guadiato: La Colada. El pantano olvidado, rescatado de ese pozo para intentar convertirlo en lugar emblemático de disfrute de la naturaleza y al que la realidad, que todos conocíamos y nadie quería reconocer, lo empujó a la sima del oprobio público: su agua está contaminada, incompatible en parte con la vida.
Pero aún así, anoche a su vera, en una orilla oscura como nuestro futuro, aún así, esa agua está salvando al norte de la provincia. Y de alguna forma a sus representantes, pues si la suerte de la Colada hubiera sido la misma que Sierra Boyera, se podría asegurar que los centenares de anoche serían miles muy cumplidos. Quizá coléricos. Quizá envalentonados con el arrojo del que nada más tiene para perder.
Ayer salía la noticia de que Andalucía aún tiene 4500 millones de euros de fondos europeos sin ejecutar. Si esto es así, se me ocurre de primeras un par de actuaciones imprescindibles, urgentes y justas en los Pedroches y Guadiato. Tenemos una ruina encima y, aunque el dinero no la pueda reparar en su totalidad, si puede ayudar a que sea, al menos, soportable.
Hago desde aquí un ruego a todos nuestros representantes políticos para reunirse ya, armarse de buena voluntad y hacer, de una buena vez, algo por una tierra secularmente olvidada y castigada.
Por favor.
Francisco Carrillo Regalón
Tu opinión
‘La moral de las naranjas’, por Juan Ferrero
“Tomar una naranja del árbol no es moralmente ni bueno ni malo, depende”
El pueblo es pequeño, pero tiene una plaza cuadrangular, amplia, rodeada en su interior por alegres naranjos, así como en todas las calles que a ella afluyen. Anualmente, el Ayuntamiento recolecta la dulce fruta y las invierte en algún objetivo municipal. Esta temporada, tras un referendo entre sus vecinos, se ha acordado por unanimidad, y así se ha recogido en un decreto de la Alcaldía, que el dinero conseguido con la venta de las naranjas irá a amortizar todo o parte de la colocación en el centro de la plaza de una fuente que la embellezca aún más.
El decreto se toma como ley y quien la incumpla será multado.
El hombre que atiende el quiosco de la plaza es persona honrada, de principios cívicos, y ve acertado el proyecto al que los vecinos se han comprometido.
Mas pasando el tiempo, observa que algunos vecinos, incumpliendo el compromiso contraído, van cogiendo naranjas para su beneficio particular.
La cogida de naranjas, poco a poco se va haciendo generalizada.
El hombre del quiosco comprueba, primero sorprendido y después indignado, cómo las naranjas van desapareciendo sin que ninguna autoridad haga algo para evitarlo. Es cierto que la policía municipal ha tomado algunos nombres para justificarse y enviado las correspondientes denuncias; pero luego el Alcalde no las tramita ni les da curso, porque cada vecino multado supondría la pérdida de votos de una familia en las próximas elecciones locales.
El quiosquero, sentado en el interior de su habitáculo, mira a la plaza y reflexiona:
Tomar una naranja del árbol no es moralmente ni bueno ni malo, depende de las circunstancias y las circunstancias son que de forma democrática y por unanimidad los vecinos se comprometieron a no coger naranjas para provecho propio y particular. El Alcalde este acuerdo lo hizo ley y la ley es necesario cumplirla y quien así no lo haga deberá recibir una sanción por el perjuicio producido a la colectividad.
Pero si los vecinos se sirven naranjas cada cual a su aire y el Alcalde no vigila ni sanciona, ¿cómo proceder?
Él es un hombre cumplidor de los acuerdos, que respeta la ley; una persona honrada, y aunque todos obren de modo contrario, tiene que mantenerse fiel a sus principios.
Sin embargo, por otra parte, ¿a quién perjudicaría si él también tomara algunas de las pocas naranjas que aún quedan…?
Pero no.
El quiosquero se entristece al constatar una vez más que en nuestra sociedad las personas decentes siempre salen perdiendo y los que no respetan nada y actúan saltándose las leyes y actuando de modo egoísta en beneficio propio con perjuicio para los demás, son lo que, a la larga, suelen quedar beneficiados.
Y ocurrió que el hombre del quiosco, honrado y cumplidor de las leyes democráticas se quedó sin naranjas y el pueblo se quedó sin fuente en la plaza.
Juan Ferrero
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