Tu opinión
‘Caso sospechoso (III)’, por Juan Ferrero

Dentro del sistema socioeconómico en el que vivimos, denominado neoliberal, de libre mercado o capitalista, cuando un grupo influyente desea emprender un nuevo negocio, se fija en un servicio público y, con su influencia sobre los gobernantes de turno, consigue que ese servicio público se degrade (a veces de modo incomprensible), para dar lugar a que se constituya un servicio privado que remedie el deficiente funcionamiento del público; como en sanidad, por ejemplo.
Y puestos a poner ejemplos, nos fijamos en otro caso:
Si usted decide ausentarse de su vivienda por un año, un mes, un fin de semana o el tiempo que tarda en salir al supermercado, puede encontrarse –a la vuelta- con la sorpresa de que su casa ha sido ocupada por personas ajenas a usted y que han cambiado la cerradura.
Pues bien, lo lógico, lo justo, lo que el sentido común dicta es que usted acuda a la policía y que esta, sin miramiento alguno, detenga sobre la marcha a los intrusos y los ponga a disposición judicial.
Pues no es así.
Si usted tiene la mala suerte de pasar por este trance, despídase de recuperar su vivienda de modo inmediato. Ah, y no se le ocurra forzar la puerta, agredir a los ocupantes o cortarles alguno de los suministros, como, por ejemplo, la luz, porque se le puede caer el pelo.
Usted deberá acudir a la policía, pero la vivienda puede tardar dos o tres años en recuperarla, a no ser que vaya a una de esas empresas que hacen de intermediarias entre propietarios y ocupantes. En este caso, el periodo de devolución se puede acercar a los dos o tres meses; eso sí… ¡le va a costar dos o tres mil euros! A continuación -si tiene medios económicos- buscará una empresa de puertas blindadas y, por supuesto, otra de instalación de alarmas.
Lo que se expone aquí lo oímos con frecuencia en los medios de difusión a los afectados, a periodistas, policías, tertulianos y representantes del tipo de empresas que se citan.
En cuanto a la acción de los malévolos grupos de presión que señalo al principio, no podría demostrarlo ante un juez, pero ya es sospechoso (sobre todo conociendo el paño) que siempre que un servicio público funciona de modo ineficaz (y en este caso absurdo), surjan empresas privadas que se beneficien de ello.
¿Y quién podría poner solución a esta indiscutible injusticia que es el dificultoso desalojo de los ocupas?
Pues esas personas que salen elegidas en las Elecciones Generales con el voto de muchos de ustedes y que, si les corresponde gobernar, quedan luego facultadas para hacer y deshacer las leyes; leyes que después los jueces tendrán que aplicar.
Son los congresistas los que dictan las leyes. Eso sí, los que pertenezcan al partido que gobierne; los demás solo podrán hacer propuestas desde la Oposición.
¿Por qué, entonces, no se confeccionan leyes que solucionen una injusticia tan evidente como esta de las ocupaciones?
Porque en el sistema capitalista, detrás de los políticos que gobiernan están los poderes económicos que son los que realmente mandan.
Juan Ferrero

Tu opinión
‘Esas viejas fábricas abandonadas’, por Javier Cabrera de Castro

Fue entre los años 1975 y 1976. Yo tenía 13 ó 14 años y, desde mi ventana de clase en los Salesianos, me distraía cada día observando cómo esos impresionantes tubos de cemento se elevaban del suelo, como si quisieran tocar las nubes. Con esa edad, bueno, con esa edad y también con la que ahora tengo, cualquier cosa es capaz de distraerme y, en aquel caso, mi imaginación en más de una ocasión me trasladó a la misma cúspide de esos gigantes. Llegué a ver cada detalle sin estar en realidad allí.
Supe que eran silos para la nueva fábrica de piensos de COVAP y también que se había utilizado, según me dijeron en una ocasión, una técnica constructiva innovadora para la época, empleada por primera vez en esa construcción.
Hoy en día, cualquier joven que vea esa industria no puede imaginar lo mucho que significó para las comarcas donde COVAP siempre tuvo una presencia significativa. Fue una obra arriesgada y valiente, y aunque ahora la veamos abandonada, todo ese complejo lácteo y de alimentación animal fue en su tiempo de lo más avanzado.
Gracias a estas factorías, entre otras cosas, COVAP siguió creciendo. Con el tiempo las necesidades de esta gran cooperativa, en lo económico, social y sentimental para todos los que vivimos junto a ella, fueron en aumento.
Los avances tecnológicos y la necesidad de incrementar la producción llevaron, una vez más, a decidir construir otras más acorde con los nuevos tiempos. Las nuevas industrias fueron posibles gracias a estas que ahora vemos en desuso y a tanta gente que, siendo cooperativistas o trabajadores, consiguieron hacerla rentable, permitiendo que la cooperativa se hiciera más y más grande.
Ese año, estudiando mi EGB, fue un año entretenido para mí. Cada día llegaba a clase con ganas de ver cuánto había avanzado, y uno a uno, esos cilindros huecos en su interior fueron levantados, formando hoy parte de nuestra historia colectiva y de nuestro paisaje.
Los años han pasado para todos, muchos incluso ya no están con nosotros. La vida y sus etapas: nacer, crecer y… Me gustaría que nuestra huella fuera tan profunda como la de COVAP y la de tanta gente que la hizo crecer hasta llegar a ser un referente que traspasa nuestras fronteras.
El concepto “cooperativo” no en todos los sitios ha tenido el éxito que aquí sí podemos apreciar. Es una herramienta válida para defender los intereses de los que no son poderosos y que solo con su unión los hace fuertes y competitivos.
Tendemos, en ocasiones, a no valorar lo que tenemos. Aquí hay un bonito ejemplo por el que sentirnos orgullosos y afortunados. Siempre he visto que COVAP no solamente ha sido de los cooperativistas o trabajadores que la integraban; ha sido y es un sentimiento colectivo, donde todos los que estamos de una forma directa o indirecta bajo su influjo la hemos considerado “nuestra” por el simple hecho de vivir aquí.
Que su futuro sea tan próspero como ha sido su pasado para que evite, en lo posible, la despoblación que nos amenaza. Y que siga fortaleciendo nuestra economía e influya, con su crecimiento,para que muchos de nuestros jóvenes retornen a la tierra que les vio nacer para hacer del lugar donde habitamos, un lugar con un futuro más prometedor.
Cultura
Hablando de presentaciones de libros, de Cultura y de Los Pedroches

Quizás, para la librería 17 Pueblos, todo empezara con aquel encuentro de escritores de Los Pedroches que tuvo lugar en abril de 2015 en Pedroche. Allí, una de las críticas más escuchada era el poco interés a nivel institucional y cultural en Los Pedroches para uno de los pilares fundamentales de la Cultura, los escritores y escritoras de esta tierra. Y tenían razón quienes lo decían, salvo contados casos.
Nueve años después, 17 Pueblos seguimos aportando nuestro granito de arena para evitar este desinterés.
Félix Ángel Moreno Ruiz, escritor de Pozoblanco, ha publicado una nueva novela, “Un crimen de barrio“. Estos días, la ha presentado en tres municipios de Los Pedroches, en Alcaracejos, en Torrecampo y en El Viso, y 17 Pueblos le ha acompañado. Hay que agradecer la disponibilidad de estos ayuntamientos para acoger este tipo de actividad.
Eso sí, de alguna forma habría que dar a entender que una presentación de un libro no es un “charlatán que te quiere vender algo“. Una presentación de un libro es una actividad cultural, donde gente “de la cultura” habla sobre un tema, intercambia impresiones con el público, donde el que va siempre aprende y comparte. No es obligatorio comprar un libro.
Quizás haya que cambiar el concepto, amoldar el continente, para darle más importancia al contenido. Es difícil entender cómo las personas que forman parte de un club de lectura no acuden a estos eventos, es difícil entender que una parte de la gran cantidad de lectores que existen no se interesen por estos momentos de charla literaria. Algo falla y algo debemos hacer todos por remediarlo.
Tu opinión
‘Caminata a la lucha y la reivindicación’, por Francisco Carrillo

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar (Antonio Machado)
Aunque ya lleva un corto camino recorrido, el jueves noche, en claro acuerdo con la luna llena, la plataforma “Unidos por el Agua” escenificó su primer acto tras su legal constitución. Al atardecer de El Viso, aunando el sol poniente y la luna naciente, se congregaron un par cumplido de cientos de personas de toda edad, condición y procedencia en extramuros para una caminata. La aspiración era clara y sencilla: dar visibilidad a la plataforma, hacer ejercicio sano, comer un bocadillo en comunión reivindicativa y disfrutar de nuestro cielo con una luna espectacular.
Y el destino de ella, como todas las cosas importantes de la vida, sin nombrarlo, era la razón de nuestra procesión de zapatilla y mochila. Su nombre reverbera, una y otra vez, en las conversaciones de Los Pedroches y, supongo, el Guadiato: La Colada. El pantano olvidado, rescatado de ese pozo para intentar convertirlo en lugar emblemático de disfrute de la naturaleza y al que la realidad, que todos conocíamos y nadie quería reconocer, lo empujó a la sima del oprobio público: su agua está contaminada, incompatible en parte con la vida.
Pero aún así, anoche a su vera, en una orilla oscura como nuestro futuro, aún así, esa agua está salvando al norte de la provincia. Y de alguna forma a sus representantes, pues si la suerte de la Colada hubiera sido la misma que Sierra Boyera, se podría asegurar que los centenares de anoche serían miles muy cumplidos. Quizá coléricos. Quizá envalentonados con el arrojo del que nada más tiene para perder.
Ayer salía la noticia de que Andalucía aún tiene 4500 millones de euros de fondos europeos sin ejecutar. Si esto es así, se me ocurre de primeras un par de actuaciones imprescindibles, urgentes y justas en los Pedroches y Guadiato. Tenemos una ruina encima y, aunque el dinero no la pueda reparar en su totalidad, si puede ayudar a que sea, al menos, soportable.
Hago desde aquí un ruego a todos nuestros representantes políticos para reunirse ya, armarse de buena voluntad y hacer, de una buena vez, algo por una tierra secularmente olvidada y castigada.
Por favor.
Francisco Carrillo Regalón
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